Cinco de cada cien personas que pierden a un ser querido presentan síntomas graves que se asocian a un trastorno denominado duelo patológico. Y es que la tristeza por la muerte sentida tiene una fecha natural de caducidad: entre seis y doce meses. Superado este trámite, se denomina depresión clínica.
El duelo se vuelve patológico cuando la tristeza pinza nuestro comportamiento más allá de un año, cuando nos vemos incapacitados para vivir una vida normal, apesadumbrados aún por la muerte de alguien importante en nuestra errática existencia. Desde la medicina se da por bueno el dolor propio de esta experiencia, un dolor consustancial al hecho de sobrevivir a quienes más queremos; pero se advierte de la necesidad de distinguir un duelo natural de otro patológico, trastornador.
El Tiempo se encargará...
No hay una medida exacta para la tristeza, como tampoco la hay para el cariño, el afecto o el amor. Se calcula que alrededor de un 16% de las personas que sufren la pérdida de un ser querido presentan un cuadro depresivo durante el año inmediato al fallecimiento del familiar o amigo. Su muerte les aboca a un panorama desestructurado, a una incertidumbre. Lo cierto es que quienes más han vivido, más acusan esa triste impresión. La tasa asciende a un 85% a partir de la sexta década de vida. El trastorno, además, va más allá del llanto.
El duelo es un proceso adaptativo ante una pérdida que tiene consecuencias tanto psicológicas como biológicas y sociales. Junto con el sentimiento de rechazo, es uno de los acontecimientos más estresantes a los que puede verse expuesto el ser humano en el transcurso de su vida. El duelo natural puede convertirse en duelo patológico cuando su gravedad y duración no guardan cierta proporción con la pérdida experimentada. Por tanto, es importantísimo hacer un buen diagnóstico diferencial, apoyar el duelo normal y tratar o bien derivar el patológico cuando los síntomas parezcan graves.
Existe tratamiento?
Para los especialistas, una vez diferenciado el tipo de duelo propio de los procesos adaptativos normales, no hay que instaurar ningún tratamiento 'per se'. Todo el mundo tiene que, y en cierto modo debe, asumir que se pasa muy mal ante una pérdida sensible, pero cada vez son más las personas que rehuyen ese duelo natural y demandan tratamiento para anestesiar su tristeza; porque vivimos en una sociedad que no está preparada para el sufrimiento.
Los psiquiatras reconocen que la definición de duelo no atañe sólo al fallecimiento de personas cercanas, entendido como un proceso de adaptación en una pérdida, sino que se pueden experimentar los mismos síntomas ante cualquier ausencia vital. «Diagnosticamos muchas veces duelos patológicos en personas que pierden su trabajo, que quedan inválidas por un accidente de tráfico o mujeres a las que se ha practicado una mastectomía... El proceso no es tan distinto del de una pérdida por muerte», aseguran algunos especialistas.
JORDI MONTANER
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