Hace poco se celebró el Día Mundial de la Salud, y hace unos días atrás se celebró en todo el mundo el Día de la Tierra. Este año la agenda se centró en proteger la salud del cambio climático ya que, como sabemos, las consecuencias del calentamiento global producido en gran medida por gases de combustión que generan el efecto invernadero, podrían llevar a un punto sin retorno en el tema de salud.
El efecto invernadero se origina cuando los gases producidos por efecto de la combustión (automóviles, industria, hogares, entre otros) salen hacia el ambiente con una temperatura más alta que la adecuada; estos gases generalmente tienen un peso y una densidad mayores que el aire que respiramos, que a su vez constituye parte de nuestra atmósfera, por lo que se quedan flotando y formando una capa espesa, una suerte de escudo que no permite que el calor sea eliminado hacia el exterior para formar un equilibrio de temperaturas. Esta capa de gases tóxicos también impide el proceso de regulación térmico entre la tierra y la atmósfera, dando como resultado el incremento paulatino y sostenido de la temperatura de la superficie terrestre en varios grados a través del tiempo. Todo esto será responsable, en un futuro muy cercano, del deterioro crítico de nuestra salud.
Es por eso que la doctora Margaret Chan, directora general de la OMS, afirmó que el impacto del cambio climático es responsable de millones de muertes al año ya sea de manera directa sobre nuestra salud o sobre ciertos determinantes de la misma, como por ejemplo el aire que respiramos, la contaminación ambiental y de las aguas, alimentos, viviendas, y por último, la emergencia de enfermedades nuevas, el incremento de epidemias o la aparición de enfermedades infecto-contagiosas. Situaciones como la malnutrición, las diarreas y la malaria que causan millones de muertes por año empeorarán si no tomamos conciencia de lo importante de cuidar nuestro medio ambiente. El deshielo de los casquetes polares incrementará el nivel de las aguas ocasionando que largas extensiones de costa o parte importante de algunos países desaparezcan; incluso se dice que algunas islas habitables podrían desaparecer totalmente al quedar sumergidas.
Por otro lado, mientras en algunas zonas del planeta lloverá, en otras, la sequía generará desertificación, desolación y hambruna, lo que determinará la migración de grandes masas poblacionales hacia zonas del planeta en las que los recursos tampoco serán suficientes. Además, estas masas poblacionales migrarán con todo lo que puedan y entre sus cosas llevarán enfermedades de un lado a otro, lo que podría transmitir enfermedades. También aparecerán nuevas epidemias o pandemias muy difíciles de controlar y con un índice de mortandad enorme. Luego de conocer todo esto, la pregunta es ¿saben ustedes quiénes llevarán la peor parte? La respuesta es simple: las mujeres gestantes, los niños, los ancianos y, sobre todo, los habitantes de los países pobres. Las estimaciones de la OMS calculan que por cada grado de aumento global de la temperatura se incrementarían 20.000 muertes más por año debido a enfermedades cardiorrespiratorias.
Con este panorama apocalíptico no debería ser extraño que el principal punto de interés dentro de los objetivos del milenio para la OMS y también para todos nosotros sea promover en nuestros niños una cultura de salud ambiental para que futuras generaciones puedan vivir sin problemas.
Dr. José Recoba
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