Actualmente son más numerosos los productos o los complementos, bien sean de consumo oral o de uso tópico, que incluyen cafeína entre sus componentes. La razón a la que aluden es que la cafeína activa la lipólisis, es decir, la eliminación de la grasa y, según este criterio, pueden ser útiles para acelerar el adelgazamiento.
La Cafeína y las grasas
La Cafeína y las grasas
El conocimiento de los efectos de la cafeína sobre el metabolismo de las grasas en los seres humanos es limitado, y los resultados de los estudios siguen siendo, a día de hoy, controvertidos. Diversos estudios muestran que la administración de cafeína provoca un aumento de la concentración plasmática de ácidos grasos, acción a la que se ha atribuido el potencial efecto de la cafeína como sustancia estimulante de la lipólisis, es decir, de la movilización de las grasas en el organismo, y por ende, de la consiguiente pérdida de grasa y de peso.
Pero esta idea contrasta con los resultados de otras tantas investigaciones, la mayoría llevadas a cabo en animales, que han demostrado que, aunque el consumo de cafeína aumenta la transformación de las grasas en ácidos grasos en el transcurso de la digestión, y se observa una mayor concentración de ácidos grasos libres en plasma, no se ha demostrado una mayor oxidación de estos ácidos grasos, es decir, no hay un mayor uso de estas sustancias por las células como sustrato energético.
Metabolismo de la Cafeína
Tras una extensa búsqueda bibliográfica acerca de los potenciales efectos de la cafeína sobre el metabolismo de las grasas, los resultados son inconclusos. Los estudios se centran en el efecto sobre el organismo de la cafeína ingerida y no su efecto a nivel tópico, es decir, como ingrediente de cremas o geles para dar sobre la piel. A nivel gastrointestinal, la absorción es rápida y prácticamente completa a los 45 minutos tras su ingestión. La concentración plasmática de cafeína se alcanza entre los 15 y los 120 minutos después de su consumo, y tiene una vida media de entre 2,5 y 4,5 horas en personas jóvenes y adultas, mientras que niños y ancianos pueden tardar muchas más horas en metabolizar dicha sustancia.
Aunque el metabolismo de la cafeína es diferente en cada individuo (los hay más sensibles a esta sustancia), se estima que alrededor del 80% de la cafeína es metabolizada a paraxantina, y el 16% se convierte en teobromina y teofilina en el hígado. Al ser una sustancia hidrosoluble, la cafeína y sus metabolitos se eliminan por la orina, y por lo general, un consumo moderado no tiene efectos adversos en el organismo.
La mayoría de la información epidemiológica disponible indica que un consumo total de cafeína inferior a los 300 mg al día (2-3 tazas de café) no supone ningún problema, si bien tanto las mujeres embarazadas como las personas con afecciones médicas o que son sensibles a la cafeína deberían tener cuidado y moderar su consumo. No obstante, dado el gran número de productos que contienen cafeína y que se comercializan en distintos formatos (cápsulas, comprimidos...) hay que tenerlos también en cuenta para no sobrepasar la dosis indicada como segura por las autoridades sanitarias.
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